Lo hacía desde que tenia doce años.
Una. Dos. Tres estrellas.
El cinturón de Orión... Las miraba embelesada. se perdía entre los puntos. Siempre juntos y eternamente separados.
Cuatro. Cinco. Seis.Siete.
Ursa Minor. Estaba tan absorta en sus cuentas que no se percataba de que alguien la miraba.
Pasaron los años. Una noche, cuando empezó a contar las estrellas, la Luna le preguntó:
-¿Por qué cuentas las estrellas? ¿No sabes que hay miles de millones?
La joven le contestó:
-Mientras cuento estrellas, espero a que caiga una estrella fugaz para pedirle un deseo.
-¿Un deseo?¿Cuál?
-Conocer el amor.
La Luna se echó a reír.
-¡Ay, pequeña! Mientras esperas la caída de esa estrella, mientras esperas conocer el amor, él ya te conoce.
La joven le preguntó confundida:
-¿Ya me conoce?¿Quién?
-Mira afuera -dijo la Luna, y señaló una ventana.
En la ventana había un muchacho que todas las noches miraba desde su habitación a la chica de sus sueños. A la niña que contaba las estrellas.
Moraleja: A veces el amor está agazapado en nuestro ángulo muerto, justo en el lugar donde no miramos. Se trata solo de tener los ojos bien abiertos.
Oblivion 2.
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